Hola, soy Marla.
Hoy quiero confesarte algo que nunca llegué a decir en voz alta.
Porque a veces, el deseo no muere... simplemente se esconde en los sueños.
Anoche te soñé.
Soñé que entrabas por la puerta sin avisar, con esa mirada que no me lanzas desde hace meses. Sin palabras. Solo hambre en los ojos. Esa clase de hambre que desnuda antes de tocar.
Me empujaste suavemente contra la pared del pasillo. Tus manos firmes, seguras, recorriendo mi cintura como si recordaras cada curva de memoria. Me susurraste al oído, con esa voz ronca que tanto echo de menos, y entonces mordiste mi cuello con la precisión de quien sabe exactamente dónde me deshago.
No te importó el reloj, ni los niños dormidos, ni el cansancio acumulado. Solo importaba yo. Mi cuerpo. Mi deseo. Mi boca abierta pidiéndote más sin palabras.
Me desnudaste despacio, como si fuera la primera vez… o la última. Tus dedos eran fuego. Tu lengua, un poema. Tus caderas, un compás perfecto contra el mío.
Yo te abracé con las piernas, con la piel, con los gemidos que ya no recordabas que tenía guardados para ti.
Y cuando sentí que el mundo se apagaba y solo quedábamos tú y yo, latiendo al mismo ritmo… desperté.
Y tú seguías ahí.
Durmiendo de espaldas.
Lejos.
Como siempre.
Con deseo,
Marla
diario-de-marla
Comentarios